El príncipe de las mareas es una película basada en la novela homónima de Pat Conroy, dirigida en 1991 por Barbra Streisand y protagonizada por la propia Barbra Streisand y por Nick Nolte. Su argumento se basa en el romance entre Tom Wingo (Nolte) y Susan Lowenstein (Streisand), psicóloga de Savannah Wingo, famosa poeta de New York, hermana del protagonista y con tendencias al suicidio.

La película se ve bien. Un buen guión -escrito por el autor de la novela-, una interpretación correcta de todo el elenco y sobre todo una banda sonora de las que penetran hasta el fondo del alma, creada por James Newton Howard. Sin embargo, cuando uno se adentra en la novela se da cuenta de que la película se va quedando corta a cada página pasada. Al llegar al final, puede afirmarse que el argumento de la película es casi una anécdota de lo que acontece en el interior de sus casi 900 páginas.

El príncipe de las mareas es más, mucho más que un romance creíble, bien llevado, que puede despertar más de una lágrima por su desenlace, por sus tres o cuatro frases conmovedoras y, reitero, por su maravillosa banda sonora. La novela es la cruda historia de una familia de Carolina del Sur contada a través de los ojos de Tom Wingo, hijo, junto a Savannah y Luke, de Henry Wingo, camaronero, y de Lila, una mujer insatisfecha con su vida.

Conroy relata la vida de esa familia con una prosa seria, a veces poética, a veces descarnada, a veces tierna, jugando con las situaciones y las emociones con una maestría soberbia. La cantidad de hechos narrados, la profundización en el alma de los personajes, el trasfondo humano que destilan sus vivencias retratan una familia, un condado, una sociedad, un país, conformando un cuadro sólido, intenso y estremecedor por el caudal de fibras que acierta a tocar.

El príncipe de las mareas es una de esas novelas que se guardan en la estantería sabiendo que algún día se volverá a tomar para sumergirse de nuevo en unas voces, unos paisajes y unas vivencias plenas de crudeza, realismo y emoción.

                                                                                                                                                                                                          Imagen de Pat Conroy tomada de The Guardian.

El príncipe de las mareas

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