Recuerdo en mi vida la lectura como recuerdo el hablar, el jugar, el comer, el andar. Siempre he reconocido que, al igual que tantas otras cosas buenas, el amor a la lectura, a la escritura, a la curiosidad en general por saber, se lo debo a mi abuelo materno, Isidro, de quien ya he hablado en otro apartado de este blog.

Me precio de haber leído bastante y de autores, temáticas y épocas diversas, y sin embargo, a día de hoy, me da la sensación de haber leído mucho menos de lo que me hubiera gustado. Pero es lo que sucede con la edad: que solamente al llegar a ciertas alturas eres capaz de vislumbrar el tiempo bien aprovechado y el tiempo no tan bien aprovechado. Supongo que forma parte de la evolución natural de la propia vida.

Al mismo tiempo que leía, siempre he procurado incitar e invitar a la lectura. Por eso, en mi «otra web» (joseluisurrutia.com) abrí hace unos cinco o seis años una sección titulada Lecturas, en la que recomendaba libros que a mí me resultaban importantes, o cuanto menos interesantes, y hacía un pequeño esbozo de su autor o autora. Y ahora he trasladado, al igual que hice hace unos días con Charlando con…, ese Lecturas a esta web, por su carácter puramente literario. Me siento en plena mudanza, pasando muebles y enseres de una vivienda a otra.

Espero que estas lecturas recomendadas, más las que vaya recomendando de vez en cuando a partir de ahora, resulten del agrado de quien las lea.

Dejando a un lado los grandes placeres que me ha proporcionado la lectura y la cantidad de cosas que he aprendido gracias a ella, le agradezco infinita y sinceramente su fundamental aporte a la hora de atreverme a escribir, porque soy un convencido de que sin una base lectora es muy difícil que pueda existir una actividad escritora con una mínima dignidad. Juntar letras y llenar páginas de frases y párrafos es otra cosa, algo bien diferente.