La RAE, en su reciente vigesimotercera edición del Diccionario de la legua española (DRAE), ha incluido términos ingleses como coach, establishment o egoblogger.

Con el debido respeto a la decisión y a sus responsables, la medida me parece una necedad y un paso atrás para un país que presume de tener una lengua riquísima y hablada cada día por más personas.

A mi humilde parecer, esto confirma que nos están rodeando, o, mejor dicho, que estamos consintiendo que nos rodeen, o mejor dicho aún, que estamos colaborando a que nos rodeen —como se dice que hacen los chinos con sus bazares y con sus restaurantes— en lo referente a nuestra lengua.

Más triste aún si cabe es la indiferencia del gobierno —del actual como de los precedentes— en lo relativo a la cultura. A falta de valores más racionales, hinchan el pecho mandando cuatro soldados a Afganistán o tomando bandera en alto —al estilo Iwo Jima— el islote Perejil, y sobre todo proclamando a los cuatro vientos las proezas de nuestro deporte, que, como todos sabemos, es líder mundial en todas las disciplinas desde que el mundo es mundo, ¿alguien lo duda? Porque cuando se gana algo, pues se gana, pero es que hasta cuando se pierde, tanto digna como vergonzosamente, recurrimos a virtudes como el pundonor y la raza, o convertimos en oro la plata porque sí, porque nos da la gana y porque nadie nos lleva la contraria, o simplemente achacamos todos nuestros infortunios a la mala suerte.

Pero, como se suele decir, la verdad sólo tiene un camino, y es aquí, en el propio deporte, donde nos arrojamos, una vez más, arena a los ojos, porque entre los aces de Nadal, los hat-trick de Messi y las poles de Alonso vamos sepultando palabras y expresiones tan simples como triplete o saque directo. Y es en nuestro deporte rey —¿o habría que decir our king sport?— en donde se pone de manifiesto con dolorosa nitidez la sumisión de la lengua de Cervantes a la de Shakespeare. Nuestra Liga, la Liga de las Estrellas, la Liga de los Millonarios, la Liga de los Privilegiados, está repletita de Racings, Sportings, Athletics…

Sin embargo, en medio de tanta desolación, uno siempre encuentra un pequeño oasis al final del espejismo. Este oasis reconfortante se llama Real Betis Balompié. Así, como suena, nada de football —fútbol para quienes se pregunten a qué me refiero—: Balompié, es decir, el deporte que se practica con un balón y que se juega básicamente con los pies. Simple como la vida misma. Y en nuestra lengua.

¡Viva er Betis manque pierda!

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