Parece que el mundo del toreo no asimila muy bien las críticas, las opiniones contrarias.
Después de décadas en las que casi nadie manifestaba su rechazo a las corridas de toros, y en las que los pocos que conformaban ese «casi» lo hacían en voz baja y eran pronta y bruscamente acallados, las tornas han cambiado: Catalunya prohíbe las corridas de toros en su territorio, las asociaciones y plataformas a favor de la eliminación de esta actividad se crean por decenas (Asociación Animalista Libera; Plataforma Galicia, Mellor Sen Touradas; Plataforma Antitaurina La Tortura no es Cultura…), Facebook se convierte en un altavoz de comentarios condenatorios de la Fiesta y de cualquier otra clase de maltrato a los animales…
Todas estas circunstancias han provocado gran malestar entre los aficionados y amantes de la tauromaquia. Algunos, como Joaquín Sabina, reaccionan alzando airadamente la voz para decir que «No le toquen los cojones» y, haciendo suyo el dicho de «La mejor defensa es un buen ataque», emplaza a los antitaurinos a que «No hablen ni de ecología ni de amor a los animales», porque «No conozco a nadie que los ame más que los ganaderos y los toreros». Desacertada frase —en mi opinión— que me recuerda a esos perturbados mentales que asesinan niños porque su amor hacia ellos les impele a liberarlos de esta vida contaminada y peligrosa. Posiblemente, su amor hacia los niños tenga la misma intensidad que la de los ganaderos y toreros hacia los toros que crían primero para torturar y sacrificar después.
Otros, como Alejandro Sanz, o son cínicos en grado extremo o tan ignorantes que no saben que el toro también pertenece a la «familia» animal, porque al tiempo que piden públicamente que el Gobierno establezca una ley nacional contra el maltrato animal y el abandono, frecuentan las corridas de toros, saludan a toreros, jalean las faenas…
Y otros, a mi juicio mucho más despiertos, se apuntan a la cita «Si no puedes con tu enemigo, únete a él». Así ha obrado el joven empresario Alejandro Vázquez —hijo del torero Curro Vázquez—, poniendo en marcha el espectáculo —estrenado en el Palacio Vistalegre de Madrid el pasado día 27 de este mes— The Maestros, que pretende fusionar la tauromaquia, la música de orquesta, la pintura y la gastronomía. Vázquez afirma que se trata de «Un evento pionero y sin precedentes, una visión moderna y vanguardista, dirigida a un público más joven, ajeno en su mayoría al segundo espectáculo de masas de España». Y ahí radica precisamente la clave del problema y donde se demuestra la astucia del empresario: la captación del público más joven, por una parte más vulnerable y por otra garante del futuro.
Pero a mí, tal vez por no entrar ya en la categoría de joven, no me van a captar por mucho que me guste la música de orquesta, por mucho que disfrute llenando el estómago de buenas viandas y por muy aficionado que sea a la pintura, sencillamente porque a estas alturas de la película a un servidor ya no le seducen con un caramelo. Con los años y los palos recibidos, uno aprende a distinguir al lobo debajo de la piel de oveja.
Dejando a un lado la aberración que me parece querer mezclar, comparar o equiparar al arte con una actividad en la que indefectiblemente se incluye —es más, motiva y excita a la gran mayoría de sus seguidores— tortura y muerte a un ser vivo, me limitaré a responder —por no hacer de este artículo una novela— a algunas de las necedades que argumentan quienes intentan hacernos comulgar con ruedas de molino o simplemente se creen que somos tan simples como ellos.
• Segundo espectáculo de masas de España, después del fútbol. Pues qué quieren que les diga. En un país que sigue por debajo de la media de la OCDE en Matemáticas, Lectura y Ciencias, en el que el periódico de tirada diaria más vendido es el Marca, en el que los investigadores, científicos, etc. Son tachados de raros y de locos, y se han visto históricamente, y se siguen viendo, obligados a marchar fuera de las fronteras para no morirse de asco, presumir de ocupar con el toreo el segundo puesto en el ranquin de espectáculos de masas, es más un insulto que un halago, un castigo que un premio.
• «Morante de La Puebla (matador de toros) lee a Lorca». De verdad verdadera que no acierto a interpretar esta frase. ¿Quieren demostrar que el acto de leer no es muy habitual entre los matadores de toros, y menos buena literatura? ¿Que leer a Lorca te hace más listo de lo normal? ¿Que leer a Lorca te da licencia para torturar animales? Por la misma regla de tres que parece aplicarse, Hitler mereció ser entendido, respetado y jaleado por las masas; lo suyo no era genocidio, sino arte, pues adoraba la música de Richard Wagner.
• Es un trabajo en el que te pones delante de un animal y te juegas la vida. Perfecto. Primero: te pones porque te da la gana, o, mejor dicho, por una pasta gansa. Segundo: nadie te obliga. Tercero: también se juegan la vida, a diario y sin ovaciones, los albañiles, los bomberos, los mineros, los reporteros de guerra, los policías… Y ninguno de ellos se mancha las manos de sangre inocente.
• Famosos internacionales como Orson Welles, Hemingway, Picasso, Ava Gadner o Rita Haywoorth eran amantes de la Fiesta y ayudaron a difundir el arte del toreo a nivel mundial. Sólo se me ocurre responder con una breve pregunta ¿Y? La siguiente sería ¿Acaso porque sean famosos su opinión y su sensibilidad tienen más validez que las de un mecánico, un pastor, una secretaria, un juez, un panadero, una cirujana…? Y si la cosa va de presentar un escudo de famosos, pues bueno, podemos citar a Unax Ugalde, Miguel Bardem, Eduard Punset, Fernando Tejero, Alaska, Carles Puyol, Paco León, Karmele Marchante, Carlos Tarque, David Delfín, Carmen Machi… En el panorama estatal, y a Sofía de Grecia y Dinamarca, Boris Izaguirre, Bryan Adams, Boy George, Pamela Anderson, Joaquin Phoenix, Paul McCartney, Morrisey, Belinda Carlisle… En el internacional. Todos ellos y todas ellas contrarios/as al maltrato animal en general y la mayoría a las corridas de toros en particular.
Doy por hecho que en un país con una genética tan rancia, tan bárbara, tan tozuda, tan cegata y tendente a las tradiciones viscerales con componentes violentos, la lucha contra la tauromaquia será larga, muy larga.
Mientras dure, confieso a los apologistas de la Fiesta que alabo sus artimañas, sus cortinas de humo, sus tácticas de camuflaje, por el esfuerzo —aunque mezquino— que ello supone, y les pido que no ofendan la sensibilidad humana mezclando, de manera tan zafia, el arte con una actividad en la que se quita la vida a un ser vivo por puro divertimento. El arte es vida, es belleza, es imaginación, es creatividad, es libertad, es comunicación…
… NO AL ARTE ENSANGRENTADO
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