El 11 de abril hablaba en estas mismas páginas de Irati Janariz Sota, autor, o autora, de unos textos que, bajo el título genérico de Escritos cotidianos, aparecían con una periodicidad quincenal en La voz de la Merindad, revista editada en y para la Merindad de Olite. En aquella reseña subía uno de sus escritos, Hambre. Más tarde, el 5 de mayo, en la sección Lecturas publiqué otro de ellos, Gaza.
Aunque mi propósito era subir a este apartado, con una cierta regularidad, cada uno de los escritos que iban apareciendo en La voz de la Merindad, por razones que no vienen al caso no he cumplido ese propósito mío. Pero no es ése el motivo de estas líneas, sino el hecho de que tras nueve publicaciones, Escritos cotidianos desapareció de las páginas de la revista. Tal como hice en su momento para obtener información sobre Irati Janariz, telefoneé a la revista con la intención de preguntar si la interrupción de los escritos era puntual o definitiva. La respuesta obtenida fue, aunque amable, esquiva, dubitativa y sesgada, tanto que no tardé en ponerme en contacto con Miren —la antigua clienta y hoy amiga de la que hablé la primera vez que traté este tema— para preguntarle si sabía algo, y su respuesta, prudente como ella, aumentó mis sospechas de que algo extraño había sucedido: «A mí también me llamó la atención, pero bueno, no le di más importancia. Pero Mari Jose, mi cuñada, que vive en Tafalla y que está muy metida en temas culturales, me dijo que estaba segura de que la razón se debía a temas personales, por lo visto entre algún miembro de la dirección de la revista e Irati Janariz». En una conversación posterior, Miren me comentó que lo último que sabía era que, al parecer, a alguien de esa dirección le había molestado la acogida que Escritos cotidianos había alcanzado entre los lectores, lo que, paradójicamente, en vez de constituir una alegría había provocado lo contrario. «Mari Jose lo tachó de “celos literarios”» fue la frase de mi amiga.
No tengo más datos, por lo que no puedo opinar al respecto. Simplemente me sorprende y me apena. En este punto solamente puedo retomar mi propósito e ir subiendo —me voy a poner como objetivo hacerlo cada quince días— los siete escritos que, aparte de los dos ya subidos, aparecieron en La voz de la Merindad.
No quiero despedirme sin reiterar a Irati Janariz Sota, sea quien sea, la invitación a que se ponga en contacto conmigo. Y si no es así, me encantaría ver su nombre firmando relatos, cuentos, microrrelatos, poesías, novelas, lo que fuera, pues considero que tiene talento y mucho que contar.
