Tenaz, exigente, obsesivo, comprometido, profundo, impulsivo, sincero… son algunos de los adjetivos con los que yo definiría a Juan Camacho como poeta. Como ser humano, me limitaría a decir que es buena persona, lo cual, a mi entender, en el mundo en que vivimos es un elogio de altura.

Con tres poemarios en su haber, Juan Camacho se enfrenta a esta entrevista con la experiencia del hombre unido a la literatura desde siempre, con la pasión del enamorado de la poesía desde tiempos tempranos, con el poso vital de quien contempla la escritura desde la perspectiva de Robinson Crusoe.

Juan Camacho, hombre, pensador, tozudo, fiel a sus principios, alguien a quien conviene leer porque, ante todo, siempre mira de frente.

                                                                                                                                                                                                                                 Imagen de Juan Camacho: Pepe J. Galanes

 

CHARLANDO CON…: Imaginemos que se presenta usted, como escritor, en su caso como poeta, ante un gran público que no le conoce. ¿Cómo se presentaría? ¿Qué le diría?
JUAN CAMACHO: Me presentaría como un alfarero que pretende cortejar a la palabra para después moldearla y modelarla con la única herramienta que me ofrece la filosofía de mi poética.

CHC: ¿Recuerda cuáles fueron sus primeras lecturas?
JC: Por supuesto que sí, comencé por los comics del Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón y Tintín para embriagarme después de novelas del oeste, de Marcial Lafuente Estefanía. Julio Verne me mostraba una parte esencial del mundo y del poder de la imaginación. Edgar Allan Poe me introdujo de lleno en ese mundo paralelo a nuestra vida del que se adueñan los sueños y el miedo hace acto de presencia en nosotros. Frederick Foster, con “El cuarto protocolo” dejó que asomara mi mente al escenario del poder político y su endiablada estructura al tiempo que abandonaba mi adolescencia. Por aquél entonces descubrí a Benito Pérez Galdós y sus magníficos “Episodios nacionales”; gracias a él conocí los entresijos de esta vieja piel de toro y gran parte de su historia que es la nuestra. Bécquer, Rosalía, Miguel Hernández, Pessoa y Miguel de Unamuno, entre otros, vertieron sobre mí la esencia pura de la creatividad condicionada al pensamiento profundo y se coló en mi ser imperturbable, la poesía.

CHC: ¿Cómo fue la evolución de esas primeras lecturas?
JC: Al tiempo que nos va cambiando la vida con la edad, nosotros también evolucionamos en gustos, pensamientos y obras. Bien es verdad que nos dejamos llevar por un interés —a veces desmedido— por forjarnos un futuro más o menos estable y debemos prepararnos para ello, por eso la evolución de esas primeras lecturas se vieron condicionadas a la consecución de un proyecto material como puede ser un oficio, en mi caso concreto el de tornero.

CHC: ¿Y qué lee ahora?
JC: Ahora que la vida ha dejado de empujarme leo lo que siempre me ha apetecido: poesía, teatro, ensayo, y alguna que otra novela de la formidable María Dueñas.

CHC: ¿Cree que se lee todo lo que se debería?
JC: Por supuesto que no, reconozco que moriré con un impresionante signo negativo en mi contra. No debí perder ese tiempo que tanto me está costando recuperar ahora. La vida es una inmensa escuela en la que no se debería tener ni una sola falta de asistencia.

CHC: ¿Por qué no se lee más?
JC: Quizá acierte si respondo a su pregunta que se debe a porque no queremos. A que no nos apetece en absoluto esforzarnos. ¿Para qué me voy a leer un mamotreto sobre Lope de Vega si ya sé que es poeta? Un poeta escribe versos —eso es lo que dice Google— y si lo dice tiene que ser verdad, y no cojo un libro. Me voy directo a Google y allá me dicen todo lo que quiero saber. Puede que la pereza, el cansancio de la jornada laboral… Tan solo son disculpas, nos llevaría un buen rato para acabar en el mismo punto de partida. Hay aficionados a la lectura como los hay al deporte. Eso sí, lee el que tiene interés por conocer.

CHC: ¿Cree que se publica más de lo que se debería?
JC: Se escribe para dar a conocer lo aprehendido en ese corto espacio de tiempo al que ha estado sometido el escritor y me parece justo que intente publicarlo. No sé bien si se hace mal en publicar tanto, lo que sí sé que no está bien es que se tenga tan poco interés en leer.

CHC: ¿Cree que desde los organismos pertinentes se fomenta debidamente el amor a la lectura, a la escritura, a la cultura en general?
JC: Llevamos tatuado en nuestro ADN las siglas de la incoherencia y la incultura y no hay antídoto para paliar la idiosincrasia de este mundo tan sumamente globalizado, a nuestro pesar. Claro que los gobiernos del mundo deberían aplicarse muchísimo más en este aspecto de lo que lo hacen, pero la pregunta debería ir por otros derroteros: ¿A qué gobierno le interesa?

CHC: ¿Desde cuándo escribe?
JC: Desde que un profesor de literatura, en la escuela, cuando era un niño, me animó a hacerlo. El poder de la palabra es tan inmenso y consecuente como el amor de una madre.

CHC: ¿Cómo eran aquellos primeros escritos?
JC: Je, je, je. Se lo puede imaginar. Como bien diría un muy entrañable amigo literato yo era un joven disparador de palabras.

CHC: Usted y yo nos conocimos en la Agrupación Literaria el Candil, allá a finales de los 80/principios de los 90. Usted fue miembro fundador y presidente de la Agrupación. Para quienes no la conocieron, ¿cómo podría explicarles lo que fue el Candil?
JC: Fue una de las etapas de mi vida más convulsa desde el punto de vista literario. El tiempo jugaba a mi favor y por aquel entonces asistía, después de mi jornada laboral, a las tertulias que moderaba, con mucha inteligencia, Ramiro Pinilla en Getxo (Vizcaya). Mi paso por la Asociación Artística Vizcaína (Bilbao) también contribuyó a aportar ese grano de arena para que “El Candil” se fuera fraguando. Nace, pues, como una alternativa cultural que ofrecer a la comunidad basauritarra. Comenzó a dar sus primeros pasos allá por el año 1989 de la mano de un grupo de personas afines a la literatura y cargada de cientos de propósitos e ilusiones, algunos de ellos hechos realidad y otros, evidentemente, no. Las tertulias de la agrupación se llevaban a cabo los viernes y estaban abiertas al público en general. En ellas se daba lectura a los diferentes trabajos que se presentaban y se sometían a una crítica tan constructiva como espontánea.

CHC: ¿Qué significó el Candil en el panorama literario vizcaíno?
JC: Un lugar de encuentro más donde la palabra se transmitía por medio de la escritura con el firme propósito de ahondar en la riqueza de nuestro vocabulario y fomentar los espacios de libre pensamiento.

CHC: El Candil celebró varios eventos literarios y culturales. Recuerdo, por ejemplo, la visita, conferencia y posterior cena del hispanista Ian Gibson, que nos habló sobre Federico García Lorca. Resúmanos cómo fue aquella jornada.
JC: Dada la fama adquirida a lo largo de los tiempos gracias a sus conocimientos sobre la persona y obra de Federico García Lorca, pensamos que Ian Gibson aportaría al pueblo de Basauri cuantos conocimientos tendría que ofrecernos, algunos de ellos muy aplaudidos y otros incluso censurados. Fue una jornada cargada de responsabilidades para el entorno de la agrupación, pero nada que por entonces no pudiéramos resolver.
Como pasa en casi todos los eventos asociados a la cultura la afluencia de público podría haberse mejorado, pero acudió esa “inmensa minoría” de la que tanto se viene hablando últimamente.

CHC: Personalmente, ¿qué supuso para usted su paso por el Candil?
JC: Crecer, en el más amplio sentido de la palabra. Conseguí ser asertivo aprendiendo tanto de mis compañer@s como de l@s contertuli@s que la palabra es un bien que hay que mimar a cada instante y es necesario compartirla para darla y darnos a conocer en esta esfera que transitamos hacia nuestro común destino.

CHC: En 1991, estando en el Candil, publicó su primer poemario, El dios del olvido. Cuéntenos, ¿cómo fue aquella aventura?
JC: Cierto, fue una hermosa e ilusionante aventura donde la palabra escrita daba a conocer, por vez primera, al potencial lector, una ligera parte de mi íntima personalidad creativa. Supuso obtener un conocimiento más profundo de la responsabilidad cuando pones tu poemario en manos de la sociedad.

CHC: ¿De qué hablaban aquellos versos?
JC: “El dios del olvido” recoge —aún lo hace— la esencia que perdura en nosotros cuando atisbamos la presunción de inocencia en los actos cotidianos a los que se enfrenta el hombre ante el mundo. Fue —aún lo es— un poemario reivindicativo y social con amplias miradas al universo que nos contempla. Es, a la vez que persistente, locuaz, engreído y visceral, caprichoso, si se quiere, pero real como la vida misma, a la que trata con respeto y devoción.

CHC: En 2021 publicó el poemario Y volverá el hombre. ¿Por qué este prolongado silencio?
JC: En los silencios prolongados se proyecta la vida que se pretende y que nunca llega. La escritura, si algo bueno tiene, es que nunca te exige ser publicada, Esto obedece, más que a nada, al interés que el escritor tenga en compartir o vender esa mercancía de la que ha sido garante. Durante ese largo periodo exploré otras alternativas, como el articulismo en prensa nacional y el teatro aparte de atender mi trabajo habitual y mi familia. Pasado ese tiempo me incorporé, de nuevo, a la poesía de la mano de “Y volverá el hombre”.

CHC: ¿De qué habla Y volverá el hombre?
JC: Habla de usted y de mí, de nuestros ancestros. Habla de la levedad del pensamiento propio y del ajeno desde una disciplina que nos es común por seres humanos. Habla de las oportunidades que a mal tuvimos rechazar. Es un poemario crítico y a la vez bondadoso y cursa los recovecos que el ser humano ha ido disfrazando para no encontrarse consigo mismo. De la liturgia individual habla y también de la colectiva sobre las creencias impuestas y de aquellas que fueron tomadas voluntariamente. Habla de Dios y también de la madre naturaleza. Habla—y lo sigue haciendo— de amor.

CHC: En este 2022 saca un nuevo título: Trasvase de palabras a un soneto. ¿Qué puede contarnos de él?
JC: Este es un poemario que ha nacido gracias a un reto. Sí, un reto al que no tuve más remedio que enfrentarme y fue por seguir de cerca a algunos de los mejores sonetistas de nuestra lengua: Lope de Vega, Miguel Hernández, Sagrario Torres y Javier de Bengoechea por citar a cuatro de ellos. Supuse que sería capaz de publicar un libro de sonetos y acabé, efectivamente, editándolo. Un trabajo excesivamente laborioso que me dejó tanto trabajo como satisfacciones.

CHC: ¿Qué queda —literariamente hablando— en el Juan Camacho de ahora del Juan Camacho de entonces?
JC: Queda la obstinación, la terquedad y el compromiso de meterme en todos los charcos que me pongan en el camino. Trabajo el día a día con el mismo entusiasmo que entonces y enarbolo la palabra libertad con el espíritu más fortalecido que nunca porque sé que abundan las hadas en los caminos y en los proyectos por muy enconados que estén.

CHC: Sé que la pregunta se presta a la broma de evocar los célebres versos de Gustavo Adolfo Bécquer, pero dígame: para usted, ¿qué es la poesía?
JC: La poesía es un racimo de evidencias que vamos depositando en nuestro intelecto sin apenas conocer la relación que tiene con el espíritu de nuestra efímera existencia.

CHC: ¿Cómo ve el estado actual de la poesía, en líneas generales?
JC: No ha gozado la poesía actual de más salud que la que obtiene hoy mismo y a pesar de que esta es una opinión personal, que nada debe a estadísticas realizadas por empresas o editoriales involucradas en el negocio del libro, he de decir que es tan saludable para el autor como para el lector. Todo el mundo contiene en su fuero interno, al menos, un verso.

CHC: ¿Considera que, en general, se le tiene el respeto que se merece?
JC: Cada día que le dedico unos minutos a esta reflexión acabo manifestando que es indudable que sí. Al menos en el círculo donde suelo moverme el que pierde todo respeto es el que intenta evidenciarla con soflamas estériles.

CHC: ¿Por qué, en cierto modo, se sigue viendo a la poesía como cosa propia de gente «rara»? ¿Puede deberse a que carecemos de una formación poética en condiciones?
JC: La definición de “rara” que nos aporta el Diccionario de la Real Academia Española es la siguiente: “Extraordinario, poco común o frecuente”. Son apelativos con los que yo me encuentro muy a gusto.

CHC: ¿Qué autores y/o autoras han influido más en su obra, si es que alguno/a lo ha hecho?
JC: Siempre he temido las influencias porque, en cierta medida, dejas de ser tú mismo para ser parte de un todo. Es muy duro el sacrificio que se supone, debes hacer, para consolidar un lenguaje propio y comenzar a diseñar un entramado artístico exento de contribuciones ajenas a ti. Más que la literatura nos debería influenciar la propia convivencia con nuestros seres queridos y sin embargo nos dirigimos hacia el mismo horizonte, pero dando diferentes pasos.

CHC: A su juicio, ¿qué es lo que hace buena o mala a una poesía?
JC: Lo que hace buena o mala una película: El argumento. Escribimos para transmitir un sueño, un suceso, una queja. Una simple o compuesta declaración de amor… Si no somos capaces de hacer llegar al lector nuestro mensaje, estamos perdiendo el tiempo. Incluso en aquellos poemas bellísimos donde el argumentario principal queda relegado al paisanaje, que los hay, son las imágenes las que derraman su contenido ante los ojos ávidos de sensaciones de un lector apasionado.

CHC: Entre una buena acogida por parte del público o una buena acogida por parte de la crítica especializada, ¿con cuál se quedaría?
JC: Indudablemente con la del público. Desconfío de las críticas especializadas porque llevan casi siempre, en su mochila, el interés comercial de algún bien. Por el contrario, la transparencia de una mirada o la presión de una mano estrechada dan motivos suficientes para calmar el desasosiego y la incertidumbre.

CHC: ¿Qué opinión le merecen las Ferias del Libro?
JC: Es un evento multitudinario que tendría que celebrarse todos los meses del año, precisamente para fortalecer, aún más, tanto las relaciones de los escritores con los lectores, como a las editoriales con escritores y librerías. Siempre es positivo.

CHC: ¿Impresiona enfrentarse al público que se acerca, ojea, pregunta, compra su poemario, le pide una firma…?
JC: Siempre es un placer atender a quien se interesa por tu trabajo. Respondes a sus preguntas y nacen nuevas amistades. La relación es muy oportuna e importante y siempre deja una atmósfera de magia allá donde hasta el silencio adquiere su propia voz. Es algo entrañable. Una experiencia para no olvidar.

CHC: ¿Cree que para escribir a un nivel, digamos, por encima de la media, hay que poseer un don especial?
JC: Creo, firmemente, que es el don que se tiene al escribir quien hace al escritor especial, eso y el amor que se ha de tener a la palabra y que también se ha de demostrar. El nivel que se alcanza es el señalado por el público.

CHC: ¿Se puede llegar a ser buen escritor/a si no se lleva dentro esa especie de… «don»?
JC: Por supuesto que sí se puede, pero, no nos engañemos, obedece más a tendencias y a intereses comerciales que a ningún otro propósito literario. Aunque sea una evidencia tengo que decir aquello de que para escribir es necesario tener algo que contar.

CHC: ¿Es precisa una sensibilidad especial para escribir poesía? ¿Una sensibilidad que quizá no sea tan exigible o necesaria en el caso del cuento o la novela?
JC: Hace falta conseguir la musicalidad y armonía necesarias para hacer que sea la propia palabra la que se preste a recabar ese mensaje que se pretende transmitir y estar seguro de haberlo conseguido. No hay sensibilidades ni artificios, hay conocimiento, compromiso e interés.

CHC: ¿Existe una técnica para escribir poesía o, como defienden algunos, es pura inspiración?
JC: La inspiración es un acicate que ayuda más que entorpece a la creación de un poema. La técnica la da la lectura y el escritor se desenvuelve mejor cuanto más haya leído. La elección de la palabra viene dada por la capacidad de sentido y sentimiento que queramos que incida en el poema. Depende de cada autor. Eres tú atenazado por el escalofrío que se siente cuando estás frente a un folio en blanco.

CHC: ¿Considera que la escritura debe ir unida a la lectura? Para ir más directo al grano: ¿cree que se puede llegar a escribir con una cierta dignidad sin tener un mínimo bagaje como lector/a?
JC: Bueno, a ver cómo salgo de esta pregunta. Es importantísimo —como usted bien dice— tener ese alimento tan codiciado por l@s poetas, pero volvemos siempre a lo mismo, tan solo se trata de palabras. No cabe duda de que una persona con una base sólida a nivel cultural estará más preparada que otra que no esté tan formada, pero he de añadir que la propia vida te enseña, como una buena madre, caminos diferentes para conseguir los mismos propósitos. La prueba de ello la tenemos en las universidades donde no todos los que a ella acceden son poetas, a pesar de sus logros académicos.

CHC: Proceso de trabajo. ¿Qué es primero: una idea repentina que da pie a un escrito o la búsqueda de una idea para ponerse ante el teclado?
JC: Le puedo asegurar que he trabajado con ambas, aunque, a decir verdad, en el caso del libro “Trasvase de palabras a un soneto”, utilicé más la segunda opción.

CHC: ¿Relee mucho sus escritos?
JC: No más que lo suficiente para saber que paso el examen de conciencia y expresión didáctica.

CHC: ¿Corrige mucho sus escritos?
JC: Suelo dejarme llevar por la crítica despiadada de mi otro yo. Eso sí, si lo corrijo tres veces me aburro y lo deposito en la papelera.

CHC: ¿Qué es lo que menos le gusta de su manera de escribir?
JC: Ser tan obstinadamente crítico.

CHC: ¿Y lo que más le agrada?
JC: Que las cosas me salgan a la primera y bien. Son muy pocas veces.

CHC: ¿Cree que posee un estilo peculiar?
JC: Para responder a esta pregunta me va a permitir que me deje guiar por los comentarios de mis lectores quienes me tildan de humanista y existencialista. No gozo de una capacidad crítica personal de miras hacia dentro. Dejo que lo hagan desde fuera. Así me siento más seguro.

CHC: ¿Se considera un escritor, un poeta original?
JC: “Autor de obras escritas o impresas”. He aquí otra de las definiciones de nuestro Diccionario de la Real Academia Española. Si es esa la definición, sí, soy escritor y poeta.

CHC: ¿Es usted de los que se inspiran en la vida cotidiana, en los detalles, es decir, de los autores que observan y toman nota?
JC: Mucho me temo que no pertenezco a ese grupo de escritores. Cuando surge la necesidad de dar una parte de mi naturaleza a los demás me nutro de todo lo que la vida me ha enseñado y he aprehendido en este lapsus de tiempo que denominamos vida e intento disparar mis palabras con la precisión que requiera el destinatario del poema.

CHC: ¿A cuántas personas deja leer sus borradores?
JC: Soy celoso de mi trabajo. Algunos poemas los doy a conocer en alguna tertulia a mi compañero de cuna literaria y en ocasiones me atrevo a leer alguno en casa.

CHC: ¿Disfruta más del camino, es decir, del tiempo de escritura, o del final, o sea, de ver ese trabajo concluido?
JC: Sin duda alguna del camino, del viaje entero, incluidas las estaciones. Cuando ya está editado es asombrosamente tedioso, pero gratificante porque ya lo tienes ordenado en un libro y no desperdigado en folios.

CHC: Usted mantiene un estrecho contacto con Valdepeñas, su ciudad natal, y con el movimiento literario-cultural que allí existe. Háblenos un poco de ese movimiento.
JC: Son dos los viajes que realizo a Valdepeñas al año y en la ciudad mantengo muy buenas amistades aparte de la familia. Cuento con un gran abanico de escritores a los que admiro y aprecio. Con algunos de ellos incluso formamos tertulia poética y matamos varias horas a la semana. Este año la promulgación de eventos se ha multiplicado y hemos disfrutado tanto de presentaciones de libros como de conferencias, homenajes y exposiciones, Sin dar lugar a dudas, ha sido completo como jamás hubiera sospechado. Agradezco desde estas líneas tanto evento tan bien organizado por aquellos que desde la trinchera están sirviendo a la palabra.

CHC: ¿Existen diferencias con los movimientos que se dan en el País Vasco?
JC: Funcionan de otra manera, y debido al calor insistente, utilizan fórmulas diferentes que no podrían darse en Vizcaya, si es a eso a lo que se refiere.

CHC: Tiene entre manos una obra de teatro que yo he tenido el privilegio de poder leer, De mí cuando yo muera. Cuéntenos su argumento, por favor.
JC: El eje principal de la obra gira en torno al personaje principal, Juan, que es un poeta de edad muy avanzada y se encuentra en los últimos días de su vida pretendiendo ganar tiempo al tiempo. Quisiera ser recordado por, al menos, un solo poema de su extensa obra. Para conseguirlo se enfrenta a su pasado, pero desde la primera persona a la vez que va consiguiendo acabar con su único y principal propósito.

CHC: ¿Por qué ha escogido el teatro para dar forma a su historia? ¿Por qué no novela, o guion cinematográfico, por ejemplo?
JC: Imagino que por la falta de preparación intelectual. El teatro lo vivo como un género más cercano a mi persona, a la poesía.

CHC: ¿A qué aspira con esta obra teatral?
JC: Si le he de ser sincero a verla representada sobre un escenario para poder calibrar el impacto que supone presenciar desde el patio de butacas una obra de teatro escrita por ti y aprender de ello para intentar superarme en este género tan comprometido.

CHC: Una curiosidad: una vez ponga el punto final definitivo al guion de De mí cuando yo muera, ¿se dará por completamente satisfecho o esa sensación no llegará hasta verla en escena?
JC: Como usted bien dice no quedaré satisfecho hasta no verla representada. Entonces tendré toda la información posible para saber si ha de ser punto final o aparte.

CHC: ¿Puede desvelar en qué se encuentra trabajando actualmente?
JC: En la segunda edición corregida y ampliada del libro “El dios del Olvido”.

CHC: En esta web tengo una sección dedicada a recomendar lecturas. ¿Cuál nos recomendaría usted?
JC: “Bitácora de mi pensamiento”, de la poeta Idoia Mielgo Merino, y de otro poeta manchego, Juan José Guardia Polaino, el poemario que lleva el título de “De Almas, Ditirambos y Heridas”.

CHC: Para concluir, un deseo, un sueño como escritor en general y como poeta en particular.
JC: Un deseo: dar alcance a la compleja serenidad donde se conjuga lo que nos está prohibido saber con nuestra necesidad de pretender saberlo.
Un sueño: dotar de la humildad necesaria a los representantes de los pueblos del mundo para que hagan uso de la cordura y abandonen por siempre el frentismo actual.

                                                Más información sobre Juan Camacho: https://juan-camacho.es/

 

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