Algunas Ferias del Libro ya han bajado la persiana por este año, otras se encuentran en su ecuador y otras más se abrirán en fechas próximas. Para la mayoría de la población, las Ferias del Libro no son más que unos días al año en los que el recinto acostumbrado se convierte en una colmena de casetas repletas de libros alrededor de las cuales revolotea y zumba un enjambre de personas relacionadas con el mundo de la literatura. Pero las Ferias del Libro son mucho más que eso. ¿Quieren descubrirlo? Pues, como diría el maestro de ceremonias de una de aquellas antiguas ferias ambulantes… ¡Pasen y vean!

Disfruten contemplando el caminar arrogante (pecho fuera, mentón alzado, mirada falsamente indiferente) de los autores y autoras que pasean atrás y adelante de su respectivo estand. No, no se llamen a sí mismos incultos por no reconocerles, pues no son conocidos por mucho que su actitud parezca demostrarlo. Son autores/as noveles que por el simple hecho de ver su ópera prima impresa ya se creen inquilinos del Olimpo y miran por encima del hombro incluso a los dioses más veteranos y célebres.

Más allá pueden ver a ese autor calado con un vistoso sombrero de copa de llamativo color rojo. Lleva años padeciendo una terrible sequía literaria y ésa es su manera de no caer en el olvido.

Al principio de aquella larga cola de lectores y lectoras que esperan su turno para obtener en su libro la firma del autor se encuentra éste, emocionado al ver cómo el público que se lanza a comprar su biografía como piratas al abordaje le pregunta cómo lleva su separación sentimental con la tonadillera y le brinda su apoyo moral en el difícil trance, al tiempo que le confiesa su admiración por sus intervenciones airadas y raciales en el programa rosa de la noche de los viernes, y le dice sin rubor que es más guapo en persona que en la tele.

Aquellos que en las sombras —pero cerca— sonríen frotándose las manos son los editores de la mencionada biografía, que no dejan de mirar el dinero que entra en la caja, al tiempo que piensan en el próximo famoso/a al que propondrán publicar su biografía, o una novela, ¿qué más da? Al fin y al cabo, van a vender lo mismo.

En aquella carpa expone cómo ideó, preparó, documentó y escribió su best seller histórico ese autor de nombre tan sonoro y maneras tan solemnes, quien, por cierto, no escribió personalmente su novela ya que es incapaz de hilvanar tres frases con un mínimo de sentido. No se enfaden con él. Gracias a farsantes de éstos tienen trabajo los denominados «negros».

Más allá tenemos a la auténtica fiera de la Feria, la que con sólo sonreír y enseñar su diente de oro atrae a las masas como Moisés atraía a sus paisanos allá en Egipto. El público ya no se interesa por los temas y títulos de sus publicaciones, es más, ni las leen, pero las siguen comprando con fidelidad, pues no tener la última novela de esa fiera de la pluma es quedar muy mal con los conocidos.

¿Cómo? ¿Que si no existen autores y autoras «normales»? Sí, por supuesto que existen. Precisamente tienen a algunos de ellos y de ellas entre ustedes. Son escritores y escritoras que no dan más valor a sus obras que el que dan a la barra de pan que prepara un panadero o al trabajo de un agricultor. La mayoría de ellos tiene en su haber novelas, ensayos, poemarios sobradamente reconocidos por público y crítica, algunos son traducidos a varios idiomas y hasta llevados al cine. Podemos decir que son autoras y autores bien plantados, por aquello de que tienen los pies en la tierra. Podemos decir también que a pesar de que siempre han existido y siempre existirán, no dejan de ser una especie en continuo riesgo de extinción.

Ésta es la Feria, amigos míos, pasen y vean. Hay mucho más por ver, pero eso ya lo irán descubriendo poco a poco. Ah, y compren libros, pero libros a los que se dé su fin legítimo: la lectura, y que no sirvan tan sólo para quedar bien con su conciencia, para salvar las apariencias o para llenar estanterías. Leer es una de las actividades más enriquecedoras, gratificantes y productivas que puede realizar el ser humano.

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