La pandemia producida por el COVID-19 ha alterado, modificado y en general perjudicado aquella vida que hoy, por comparación, catalogamos de «normal».
Ha habido sectores más castigados que otros. El de la Cultura, un sector ya de por sí habituado a vivir en la cuerda floja, se ha visto zarandeado como un bote en alta mar en medio de una de esas tormentas que lo ponen todo cabeza abajo.
Las Ferias del Libro se han tenido que retrasar, infinidad de publicaciones se han visto relegadas a aparecer meses después de lo previsto y, en algunos casos, incluso a postergarse sine die.
Sin embargo, gracias al esfuerzo y al sacrificio de unos cuantos, la Cultura no es ahora mismo los restos de una hoguera extinguida. Aún permanecen vivas algunas brasas, que mantienen despierta la esperanza. Brasas que se resisten a morir y buscan el mínimo resquicio para seguir capturando ese oxígeno que las permita sobrevivir a la espera de nuevos leños y nuevos aires.
En el ámbito de la literatura se han celebrado presentaciones esporádicas aquí y allá, haciendo planificaciones sobre el confuso mapa de los confinamientos perimetrales, el número máximo de asistencias permitidas, los espacios idóneos… Muchas menos presentaciones que las que se hubieran celebrado en un tiempo anterior al 16 de marzo de 2020, pero presentaciones al fin y al cabo.
La última -y segunda en esta temporada- a la que he podido asistir ha sido este pasado día doce, en el Centro Fundación Ibercaja de la calle Portales de Logroño. En sus magníficas instalaciones se presentaba la novela de Francisco Mir El triángulo de la vida.
La presentación fue conducida por Julio Hontana –artista multidisciplinar y docente-, quien, en un coloquio abierto con el autor, supo ir destapando incógnitas sin desvelar lo que en toda presentación debe quedar preservado: esos pequeños detalles que mantienen en vilo al lector. Como el propio Mir comentó, la novela nació de su pasión por la geometría, y la mejor manera de ponerla por escrito fue crear una trama de intrigas monásticas, enigmas y hermandades secretas al estilo de El código Da Vinci, de Dan Brown. Una historia que mezcla pasado con presente y que discurre por tierras de La Rioja Alta.
Al día siguiente, Logroño volvió a quedar confinada. La presentación se salvó por los pelos. Su llamita servirá para que, como antes decíamos, la Cultura siga viva, ilusionada e imaginativa.
Más información sobre Francisco Mir y El triángulo de la vida en https://www.franciscomir.es/
Muchas gracias, así es, por los pelos pero muy satisfechos, lo has descrito a la perfección…
Un abrazo, nos vemos…
Gracias a ti y a los organizadores de la presentación. Hay que seguir construyendo cultura ladrillo a ladrillo. Un abrazo.