De todos los géneros literarios que conozco, la poesía siempre me ha parecido el más delicado, el más hermoso, el más, por decirlo de alguna manera, cercano a la perfección. Y por perfección quiero decir expresar hábilmente, transmitir certeramente, emocionar sin lugar a fisuras. Algo tan efímero y bello como una gota de rocío sobre un pétalo, como el vuelo fugaz de un ave ante nuestros ojos, como un gesto, como las evocaciones de un aroma de la niñez, como la nota excitante de un instrumento. Algo grande y poderoso y al mismo tiempo breve y frágil.
A veces me he atrevido a versificar, con más miedo que vergüenza y más voluntad que acierto.
Por ello admiro a quienes son capaces de volcar en unos versos sus sentimientos y más a quienes consiguen que aquellos ajenos a ellos sean capaces de sentirlos cercanos, de compartirlos, de emocionarse. Un poema que conmueva es un pequeño milagro, entendiendo conmover como un amplio espectro de sensaciones.
Y admiro también a aquellos (con aquellos englobo a ellas y a ellos) que saben, o al menos lo intentan, actualizar la poesía, porque lo mismo que otras artes, la poesía necesita adaptarse a los nuevos tiempos, los nuevos públicos, las nuevas formas de darse a conocer.
Las variantes de esta actualización pueden ser varias. Una de ellas, por ejemplo, la combinación de versos, una voz apropiada y unas imágenes bien escogidas. Es una forma más de las muchas que puede haber –y que de hecho hay- para comunicar poesía. Dejo como ejemplo los videos que acompañan estas letras y el enlace a un blog: miburbuja.es, en donde la poesía es protagonista.