El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, es un libro que, desde que lo leí hace ya unos cuantos años, necesito releer, total o parcialmente, cada cierto tiempo.

Después de estos últimos meses ocupados casi por completo por el tema político generado a raíz del 20D, necesitaba adentrarme en sus páginas con urgencia.

Ciertamente, no sé de qué me extraño. Pudiera parecer que hasta esa fecha la política en este país hubiese sido ejemplar y no una acumulación de despropósitos, de carreras de trepas en pos del poder y de una corrupción abismal. Tal vez la irrupción de partidos nuevos y el resultado de las elecciones me hicieron creer que algo podía cambiar y por eso la decepción ha sido mayor. Todo continúa igual que siempre: promesas que se marchitan apenas salen de la boca de sus pregoneros, insultos, malas formas, escasa educación, nula preparación, intereses confusos…

Un mal alienante que precisaba de un antídoto eficaz. Y nada mejor que este delicioso relato revestido con el encanto de los cuentos pero dirigido a todos los públicos, tanto a los que inician su camino en la vida como a los que ya han avanzado un buen trecho por ella aunque quizá no en la dirección correcta ni con la mochila adecuada.

                                                                                                                               Imagen de Antoine de Saint-Exupéry tomada de Weekend-Perfil.

El Principito

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