Poema lisboeta -2-

Al final
de la Rua Augusta
nos esperaba una gaviota.

Alzó el vuelo
para guiarnos por un mosaico
de lunas rotas.

El Tajo
era una boca negra
que cantaba fados.

Tú y yo,
en nuestra primera noche en Lisboa,
dos niños enamorados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *