En varias ocasiones, en diversas secciones de esta web, he hablado, siempre someramente, de la Agrupación Literaria El Candil, que con sede en Basauri (Bizkaia) se mantuvo en activo durante algunos años y a la que tuve el honor y la buena fortuna de pertenecer.

Nos reuníamos los viernes por la tarde. Hablábamos de poesía, de relato, de autores, de autoras, de poetas desconocidos y de poetas célebres, debatíamos, presentábamos nuestras creaciones, publicábamos trabajos, a veces abríamos las puertas y organizábamos eventos humildes, pero intensos, dirigidos a la población, a los vecinos y vecinas que quisieran acercarse. Manteníamos contacto más o menos cercano con otras asociaciones, como La Galleta del Norte

Siempre es un riesgo nombrar a miembros de un colectivo, pues resulta prácticamente inevitable dejarse a alguno en el tintero, y más después de treinta años, pero pidiendo disculpas a los que me pueda olvidar, deseo citar aquí a los que mi memoria recuerda: Juan Camacho, Miguel Ángel Zorrilla, Imanol Bueno Bernaola, Ana Molano, Mari Carmen Ortega, Isabel Hoyo, Pilar Ortega, Ángel (no recuerdo el apellido), Iñigo Hernández, Miguel Ángel Manjón, María José Rivas, María Luna, Domingo Guerra de la Flor, José Bach, Miren Bego (tampoco recuerdo el apellido)…

El Candil desapareció un día. Cosa que pasa en muchas asociaciones. Pasó a ser un recuerdo amable, emotivo, entrañable, que siempre estuvo ahí como un tiempo en el que aprendí mucho, en el que disfruté mucho y en el que conocí a personas que, en una u otra medida, me enriquecieron. Varios de los libros publicados en su momento por autores de El Candil han permanecido, y permanecen, en mi biblioteca. Ah, y dos candiles de los que se hicieron en su día como emblema del grupo cuelgan en las paredes de mi humilde jardín riojano.

El principal motivo de estas líneas no es hablar de lo que El Candil fue, sino de que su llama, por alguna extraña y maravillosa razón, nunca se apagó del todo, al menos en la memoria y en el corazón de algunos de sus miembros . Hace unos pocos meses, Imanol Bueno Bernaola contactó conmigo por Messenger. A partir de ahí, nos pusimos un poco al día por este medio. Él acababa de publicar su poemario La nieve cubriendo el patio, publicado por la prestigiosa editorial Valparaíso. Le realicé una entrevista para mi sección Charlando con… Pero no encontrábamos el momento de coincidir personalmente. Por él supe que Juan Camacho y Miguel Ángel Manjón seguían viéndose regularmente y que continuaban con inquietudes poéticas.

Esta misma semana, concretamente el pasado jueves, se rompieron tres décadas de separación, de no vernos, de no estrecharnos las manos, de no escuchar nuestras voces en vivo y en directo. Fue algo sencillo. Tan sólo estuvimos Juan Camacho, Imanol Bueno y yo. Miguel Ángel Manjón, que también había prometido su presencia, tuvo un imprevisto de última hora y no pudo protagonizar este reencuentro. Mi mayor sorpresa fue sentirme como si el tiempo apenas hubiera pasado, como si tres décadas se hubieran quedado en tres meses. Éramos los mismos, con nuestros años a cuestas, con las huellas del tiempo en los rostros, pero eso pasó inadvertido. De pronto, la llama de El Candil, como avivada por la brisa de los buenos tiempos, iluminó nuestro encuentro y calentó nuestra conversación. Nos sentimos cómodos, y ése es un síntoma inconfundible de que todo marcha bien.

Personalmente, el reencuentro se vio embellecido por la presencia de Idoia Mielgo Merino, mi compañera de vida en todos los sentidos, literatura incluida. Su pasión literaria es la poesía, su poemario Tú en mis palabras, publicado por Olé Libros el pasado diciembre, así lo atestigua. Por ello, por su faceta y su amor por la poesía, enseguida contactó con Juan y con Imanol. Compartimos comida y sobremesa. Minutos sosegados, de ésos que abren compuertas, facilitan confidencias y diseñan futuros esperanzadores.

Creo que este reencuentro no fue algo fortuito ni puntual. Imanol tiene un gran poemario (el antes citado), Juan Camacho también tiene un poemario nuevo, Y volverá el hombre, del que también subí una noticia en esta web, Miguel Ángel Manjón tiene un proyecto muy interesante… E Idoia, que me confesó haberse sentido acogida y en sintonía con mis antiguos compañeros “candileros”, seguro que aportará una visión y una ilusión nueva y fresca a lo que de aquí en adelante pueda surgir, si es que llega a hacerlo.

No puedo anticipar si este feliz reencuentro será capaz de germinar un contacto más asiduo, algún proyecto compartido, una relación más regular e intensa. Ahora sólo me quedo con la alegría de este abismo vencido, de este puente cruzado, de que El Candil conserve prendida una pequeña, pero sincera y sana llamita.

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