El confinamiento por la COVID-19 paralizó proyectos que tenían fecha de entrega. En muchos colectivos. En muchas actividades. Entre ellas la literaria. Por fortuna, la maquinaria vuelve a ponerse en marcha, perezosa pero lentamente, y los proyectos aplazados van cobrando forma y algunos incluso se ven culminados. Esto ha sucedido, por ejemplo, con dos novelas que han salido a la calle en los últimos días: Los últimos románticos, de Txani Rodríguez, y Una tumba en Jerusalén, de Javier Abasolo.
Aparte del afecto personal que siento por Javier y por Txani, forjado a lo largo de años de compartir ferias, cenas, entrevistas, presentaciones, etc., el comprobar que el mundo del libro se despereza y resurge constituye una alegría y una feliz noticia. Para ambos la mejor de las suertes con su nueva criatura.
Los últimos románticos Txani Rodríguez
Editorial: Seix Barral
Sinopsis
La vida de Irune transcurre entre su casa y la fábrica de papel en la que trabaja, en un pueblo industrial cerca de Bilbao. Insegura, algo maniática e hipocondríaca, esta mujer es capaz de enfrentarse al mundo cuando cree que debe hacerlo, e intenta vivir de acuerdo con unos valores que la sociedad parece haber olvidado. Su círculo se reduce a los compañeros de trabajo, la vecina y un operador de Renfe al que llama furtivamente para consultar horarios de trenes que nunca llega a tomar.
Cuando surge un conflicto en la fábrica, sin saber muy bien cómo, Irune acaba viéndose involucrada. A partir de ahí, su vida da un giro inesperado y ante ella aparece la oportunidad que, sin saberlo, estaba esperando.
Los últimos románticos es una novela irresistible sobre los sueños que nos mueven a actuar y el valor de lo verdaderamente importante. En esta historia, Txani Rodríguez, dueña de una escritura elegante, luminosa y directa, nos habla sobre lo que nos convierte en comunidad: el cuidado de las personas, la solidaridad y la preservación del entorno natural.
Una tumba en Jerusalén Javier Abasolo
Editorial: Txertoa
Sinopsis
Durante la II Guerra Mundial, en el marco de un intento nazi por granjearse la colaboración del nacionalismo vasco, Claude Larrouy, un agente de los servicios de información del gobierno del lehendakari Aguirre en el exilio, se infiltra en la comisaría de Baiona. Desde su puesto, averigua la identidad de un grupo de oficiales de las SS que asesinan brutalmente a mujeres.
Terminada la contienda, Larrouy solo tiene un objetivo, localizarlos y matarlos a todos. Y es lo que, con la colaboración del Mossad, ha hecho a lo largo de tres largas décadas. Ahora, en 1973, se encuentra en Madrid, dispuesto a acabar con el último de la lista. Pero no va a ser fácil, pues es la mano derecha en la sombra del delfín de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, que acaba de ser nombrado presidente del gobierno.