Inexistencia

Ni un sólo aullido
en los pasillos oscuros.
Hasta los lobos han huido.
Se ven vacíos
esos campos de batalla
en lo que hasta ayer
su verbo y el mío
se batían con espadas
de juncos y manantiales.

Hasta el aire ha huido.
No quedan huellas
en el camino polvoriento
que durante tantas tardes
recorrieron nuestros pies.
Huellas que caminaban en paralelo,
que se cruzaban,
que se superponían,
que ahora corrían
y ahora se detenían,
al compás que les marcaban
los besos.

Hasta el polvo ha huido.
Duele el oído
sin la palabra anhelada.
Se empaña el ojo
sin la carta deseada.
Se pudre el corazón
sin la sangre del otro corazón.

Hasta la esperanza ha huido.
Duelen las noches
en las que las horas de pasión
se daban la mano
con el amanecer,
dejando entremedias el tiempo
de un descanso remecido.

Por eso,
sólo soy hoy
espantapájaros sin sombrero,
mendigo ciego,
niño perdido,
guerrero derrotado,
sendero sin horizonte…

Inexistencia.

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