Todo comenzó con una llamada de teléfono: «Buenas noches, me llamo Jose Luis Urrutia, soy de Bilbao y me pongo en contacto con usted porque estoy escribiendo una novela histórica». Al otro lado de la línea estaba Iñaki Bazán Díaz, a quien tan sólo conocía por sus trabajos profesionales. Desde aquel momento, Iñaki Bazán, licenciado en Geografía e Historia y doctor en Geografía e Historia por la UPV/EHU, se convirtió en mi ángel de la guarda. Tuvo la impagable deferencia de presentar mi primera novela —El Ayalés. La historia de Elías de Aldama—, algo que para mí supuso un honor sin límites; me brindó una completa colaboración en toda la información que precisé en mis novelas posteriores; me regaló alguno de sus principales trabajos; me dio ideas para posibles novelas, ideas que si bien no he abordado hasta la fecha no descarto hacerlo en un futuro.
Pasados los años volvió a tener la generosidad de presentar en Vitoria otra de mis novelas. Me invitó en varias ocasiones a los Coloquios Internacionales del Centro de la Historia del Crimen de Durango, que se vienen organizando desde hace dos décadas y de los cuales es responsable como director de dicho Centro. Asimismo, se prestó a participar en el documental Señores de la Guerra y de la Tierra que dirigí para acompañar la exposición Parientes Mayores del País Vasco, diseñada en mis tiempos de productor en JyT kreaKtibos junto a Txarly Marqués. Fui invitado por Iñaki a una visita particular a la catedral vieja de Vitoria, la célebre catedral de Santa María.
Hemos compartido comidas, cenas, conversaciones (menos de las que yo hubiera deseado, pero el tiempo es el que es y las obligaciones personales también). Con todo, lo más importante, lo que más valoro, es la relación que se creó entre ambos desde el primer momento, relación que, para mí alegría, ha sobrevivido al tiempo y a las épocas de escaso o nulo contacto.
Iñaki Bazán Díaz fue un feliz encuentro en mi vida. Me hizo ver con continuos ejemplos lo que es la humildad, y reforzó mi pasión por la Historia.