Para juzgar, o simplemente formular una opinión acerca de alguien, se hace necesario conocer al detalle su vida y sus circunstancias. Lo contrario es especular. Me gustaría tener un conocimiento más amplio de la trayectoria vital y literaria del escritor británico David Herbert Richards Lawrence, más conocido como D. H. Lawrence, para poder emitir un juicio sobre su manera de enfrentarse al mundo por defender su obra.

¿Valiente? ¿Inconsciente? ¿Orgulloso? ¿Obsesivo? ¿Provocador? Lo ignoro, pero a mi juicio hay que ser muy íntegro o muy loco para exponerte a la crítica feroz, a la censura y a una serie de problemas personales derivados de una forma de escribir concreta.

D. H. Lawrence falleció en Francia a los 45 años, afectado de tuberculosis. Corría 1930. Expiró sabiendo que para la gran mayoría del público no era nada más que un escritor de gran talento que, desgraciadamente, había arruinado su carrera por su literatura pornográfica y obscena.

La novela que aquí recomiendo fue escrita en 1928. En ese mismo año se publicó en Florencia. Sin embargo, en el Reino Unido no se imprimió hasta 1960.

El amante de Lady Chatterley es, de manera tangencial, un alegato antibelicista y una sentida crítica de la transformación de la Inglaterra rural, bucólica y pastoril, en una Inglaterra industrializada en la que los castillos y los campos son sacrificados para dejar sitio a la construcción de oscuros y tristes pueblos mineros. Pero lo que condenó a esta novela y a su autor fue el argumento principal: la relación de la protagonista, esposa de un hombre de la clase alta, parapléjico tras ser herido en la I Guerra Mundial, con el guardia de coto empleado en su residencia. Una relación intensa y desbocada, pasional, narrada sin pelos en la lengua y cuyas escenas íntimas están mostradas de manera totalmente explícita. Un cuadro que no deja en sombras la parte física de dos enamorados, algo que no siempre es necesario y que no siempre se expresa con la debida elegancia. El amante de Lady Chatterley es una novela erótica, una bella novela erótica en la que el erotismo no es lo importante, ya que viene suspendido del sentimiento de dos personas que se aman contra viento y marea. Quizás ellas, en cierto modo, son un reflejo de las circunstancias del autor, es decir, no renunciar a la propia vida pese a que el precio a pagar pueda ser caro.

                                                                                                                                                                                                                                Imagen de D. H. Lawrence tomada de El País.

El amante de Lady Chatterley

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