La señora que aparece en la imagen que acompaña estas líneas, y que fue tomada ayer por Andoni Renteria Larrarte, es Begoña de la Cruz, para mí, y para toda la familia, la tía Begotxu.

Ayer recibió el homenaje de la plataforma para la promoción de la actividad comercial y turística de Bilbao, BilbaoDendak, por sus 50 años al frente de la librería Garza, en el bilbaíno barrio de Santutxu. Los detalles de dicho homenaje los hago saber mediante este enlace al diario Deia, que recogió el acto: https://www.deia.eus/bizkaia/bilbao/2022/04/11/euskadi-bilbaodendak-homenajea-begona-cruz/1208840.html

Dicho homenaje, y algunos cuantos más, serían necesarios para reconocer la labor, el apoyo, el trabajo realizado con una energía y una ilusión envidiables por esta mujer en favor del comercio, de los clientes (porque mi tía no separa ambos campos, sino que siempre los ha contemplado como uno solo, en el que los dos salen ganando), de la cultura y de quienes la consumen. La librería Garza ya tenía un nombre hecho cuando ella la adquirió, como queda dicho más arriba, hace cincuenta años, cuando yo era un adolescente que braceaba entre el tercer y cuarto cursos de bachiller. A partir de ponerse al frente, Garza se convirtió en una librería referente del barrio (más grande y poblado que muchos pueblos). El arte para vender, para comprar, para asesorar, para contentar al cliente, para ofrecer los mejores productos (libros, papelería, regalos, material escolar, etc.), para dar, en definitiva, un servicio óptimo, lo demostró desde el primer instante. De ello podrían dar fe tanto clientes como proveedores.

Hoy, Garza sigue navegando, ahora en las manos de mi prima Nerea y de su hijo, Endika (primo segundo mío, ¿no?, creo que se dice así). Considero que es el mejor homenaje que mi tía Begotxu puede recibir: ver su librería abierta y gobernada por su hija y su nieto.

Pero la tía Begotxu ha sido mucho más en mi vida. Ella, cuando yo acababa de cumplir los quince años, me facilitó mi primer trabajo: mozo de los recados y aprendiz de delineante en el estudio de arquitectura de D. Martín de la Torre San Cristóbal, en plena calle Gardoqui, de Bilbao. Trabajo que me permitió seguir estudiando por la tarde-noche en el instituto Txurdinaga. Años bonitos en los que Pepín, hermano de mi tía y delineante en el estudio de D. Martín, me brindó afecto, comprensión y clases de delineación.

Cuando publiqué mi primera novela, la tía Begotxu me regaló un buen bolígrafo y me dijo: «Para que firmes muchas novelas». Sobra decir que mis novelas siempre han estado en sus escaparates, que siempre me ha hecho publicidad, que siempre he sentido su aliento animándome.

Podría contar bastantes más cosas de la señora que aparece en la imagen. Todas ellas quedan resumidas si digo que mi vida ha sido más fácil, más hermosa, más tranquila, más creativa, gracias a ella, a esa señora, a Begoña de la Cruz, a mi tía Begotxu.

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