En 2004 Txalaparta publicó mi cuarta novela, Los demonios de guarda, basada en la conocida como Batalla de Munguía.

Dicha batalla tuvo lugar el 27 de abril de 1471 en los bosques de Larrauri, cercanos a Munguía. En ella se enfrentaron las huestes castellanas comandadas por el conde de Haro y las conformadas por hombres de los Parientes Mayores Pedro de Abendaño y Juan Alonso de Mújica y Butrón, con la ayuda del conde de Treviño.

Aquella batalla no fue una batalla más. Sus repercusiones fueron importantes. Quizá la principal en su momento que los dos linajes enfrentados durante generaciones no volvieron a dirimir sus diferencias por medio de las armas. Esto, aunque hoy pueda parecernos poco relevante, era algo que en aquellos tiempos de mediados del siglo XV nadie hubiera imaginado hasta aquel día. De igual modo, en aquellos meses convulsos nadie podía creer que dos linajes que hasta entonces se habían masacrado como fieras pudieran unirse en un objetivo común. Sólo la astucia del conde de Treviño pudo obrar un «milagro» semejante.

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