No conozco personalmente a Álber Vázquez. No recuerdo haber coincidido con él en Ferias del Libro, comidas literarias, presentaciones ni saraos por el estilo. Jamás hemos hablado de viva voz y nuestras conversaciones –si es que puede llamarse así a ese tipo de comunicación- en Facebook han sido escasas, breves y discrepantes.
El motivo de que le haya invitado a esta sección -aparte de por su trayectoria literaria- es que Álber Vázquez me parece uno de esos tipos que van por la vida sin máscara, un ejemplar de esa rara especie en extinción que dice lo que piensa y que además lo dice sin miedo a represalias ni a posteriores contratiempos. Y eso es algo que siempre he valorado y sigo valorando.
¿Engreído, petulante, creído? Algunas de sus respuestas pueden dar pie a pensar así de él, pero prefiero esa sinceridad honesta a la falsa modestia con la que muchos y muchas, demasiados, intentan vendernos un retrato falso de sí mismos.
Una entrevista para disfrutar de las respuestas.
CHARLANDO CON…: Imaginemos que se presenta usted, como escritor, ante un gran público que no le conoce. ¿Cómo se presentaría? ¿Qué le diría?
ÁLBER VÁZQUEZ: Soy un escritor totalmente desprejuiciado y muy promiscuo. Me gusta leer casi de todo y me gusta, en consecuencia, escribir casi de todo. Creo que la alta literatura está, hoy en día, en los géneros. Intento ser distinto e intento, sobre todo, no aburrir a nadie. Un escritor aburrido es una lacra social.
CHC: ¿Qué leía Álber Vázquez en su infancia?
ÁV: Mucho, porque yo iba a un colegio de curas y se fomentaba mucho la lectura. Había una biblioteca en el cole y hacíamos cola todos los viernes para cambiar de libro. Leía las cosas típicas de entonces: novelas juveniles y muchos tebeos, y en la adolescencia, novelas policíacas y de misterio. También de aventuras, pero creo que algo menos…
CHC: ¿Cómo fue la evolución de esas primeras lecturas?
ÁV: Pues comencé a leer cosas cada vez más y más complejas hasta tener una visión bastante amplia de la historia de la literatura universal. Creo que soy un magnífico lector, modestia aparte. Lo cual, dicho sea de paso, me sirve para dar marcha atrás y comprender que hay mucha morralla haciéndose pasar por alta literatura. Cada vez más grandes autores se me caen de las manos. Lo que sucede es que, a estas alturas, yo los dejo caer y ni me molesto en agacharme para recogerlos.
CHC: ¿Y qué lee ahora?
ÁV: De todo. Sigo siendo un lector que no le hace ascos a casi nada. Pero ahora, además, soy un intolerante. Un nazi de la lectura: creo que todos los malos libros deberían ser quemados en grandes hogueras junto a los autores que los escribieron. Sin piedad. Hay mucha tontería en el mundo de la literatura contemporánea. Y mucho rey desnudo sin señalar. El refugio, como siempre, es, para mí, la literatura de género. Creo que se hace mejor literatura en el noir o en el terror. Por ejemplo, me gusta infinitamente más el último Stephen King que el último Michel Houellebecq. El último libro de este último es una auténtica estafa literaria.
CHC: ¿En qué momento de su vida descubrió que quería ser escritor?
ÁV: Cuando se te acumulan las libretas. Yo nunca he sido muy listo, pero até cabos rápido.
CHC: Novela, poesía, relato… ¿Con cuál de estas disciplinas se ha sentido más a gusto?
ÁV: Con la poesía, claro. Es el género madre. Todo pende de él. Escribir novelas me encanta, pero no es lo mismo. Un hallazgo poético causa una satisfacción inmediata, íntima. Una novela es algo que haces en solitario durante horas y horas, para vete tú luego a saber qué… Los relatos no me van demasiado. Me parece un género de vagos y yo, como vasco educado en la cultura del trabajo y del esfuerzo, no puedo con ellos… No me parece patriótico escribir relatos.
CHC: Si por las circunstancias que fueran se viera condenado a escribir en el futuro solamente en una de ellas, ¿cuál elegiría?
ÁV: La poesía.
CHC: ¿Por qué?
ÁV: Porque escribir un buen poema es mejor que un orgasmo. Y eso no sucede con la novela, ni con el relato, ni con nada más en la vida. Hilar un buen poema y tener la íntima convicción de que lo has hecho, es lo mejor que te puede pasar en la vida.
CHC: ¿Hay algún género con el que no se atrevería?
ÁV: Escribí un manual de PhotoShop, así que no, no hay nada con lo que no me atreva.
CHC: ¿Qué es lo que hace buena o mala a una novela?
ÁV: Para escribir una novela es necesario tener nociones más o menos sólidas de gramática, sintaxis y ortografía. Esto te lo enseñan en el cole y, si eres espabilado y prestas atención, te haces rápido con todo el bagaje necesario parar escribir la mejor novela de la historia de la Humanidad. Después, conviene ser un buen lector, pero ni siquiera eso es demasiado importante. No, si tienes… talento. Esa es la clave para escribir una buena novela: tener un talento de los de caerte de espaldas. Hay gente que lo tiene y gente que no. No es algo que puedas aprender por tu cuenta o en un taller literario, me temo…
CHC: Entre una buena acogida por parte del público o una buena acogida por parte de la crítica especializada, ¿con cuál se quedaría? Y no me diga, por favor, que son compatibles, aunque lo sean.
ÁV: Con la del público, sin duda. La crítica especializada no sé si existe a estas alturas… Hay blogs literarios infinitamente más influyentes que Babelia. Yo escribo libros porque hay lectores que los compran y los leen. Si no, mi editor me diría mañana mismo: “Oye, Álber, sabes que te quiero mucho y todo eso, pero el siguiente original se lo envías a otro”.
CHC: ¿Reescribiría alguna de sus novelas?
ÁV: No, nunca. Prefiero escribir una nueva y listo. Reescribir es aburridísimo. Y además denota un sentido de la literatura con el que no comulgo: que debe ser algo excelso y que, en consecuencia, merece la pena dedicar tiempo a cocinarla un poco más. La literatura es como el espagueti: no lo cuezas demasiado o se quedará pastoso.
CHC: ¿Hay alguna novela que no haya podido finalizar?
ÁV: No. Sin embargo, sí hay muchas que no he podido empezar porque tienes que optar. Soy mentalmente hiperactivo, me temo…
CHC: ¿Qué autores y/o autoras han influido más en su obra, si es que alguno/a lo ha hecho?
ÁV: Si hay que nombrar sólo uno, me inclinaría por Charles Bukowski. Pero no por su modo de escribir, que no tiene demasiado que ver con el mío, sino por su manera de acercarse y entender la literatura. Escribir tiene mucho más que ver con una manera de entender el modo de estar en el mundo que con cualquier otra cosa. No es algo más importante que la vida misma. Es la vida misma. Ese modo bukowskiano de escribir, sin endiosamiento, sin esnobismo, sin idioteces, me reconcilia con este mundillo, por otra parte atestado de bobos y de engreídos.
CHC: ¿Cómo ve el panorama literario a nivel de Euskadi, cómo a nivel del Estado español y cómo a nivel internacional?
ÁV: Saturado. Es más fácil hablar personalmente con Mariano Rajoy que con un editor de una editorial mediana española. Es un sector muy raro, pero la gente que lo forma también lo es, así que supongo que todo encaja.
CHC: ¿Cree que se lee todo lo que se debiera?
ÁV: No tengo ni idea, no lo sé. No sé si hay un baremo óptimo para esto. Sospecho que se lee poco, pero leer no es garantía de nada. Conozco personas que no han abierto un libro en su vida y que son muy sabias, y conozco lectores compulsivos que cada vez que abren la boca, dicen una memez.
CHC: ¿Por qué no se lee más?
ÁV: En serio, no lo sé. Bastante tengo con preocuparme con que me lean a mí como para estar pendiente del resto del gremio…
CHC: ¿Cree que se publica más de lo que se debiera?
ÁV: No. Se publica exactamente lo que se puede publicar. Lo bueno del capitalismo es eso: que te da la medida exacta del mercado.
CHC: ¿Qué siente cuando ve, u oye, que alguna de esas figuras del famoseo barato ha estado firmando cientos de libros en tal o cual librería o centro comercial?
ÁV: No siento nada. Me trae al pairo. Mire, el mundo es un lugar inhóspito, pero yo no voy a estar preocupado por todo continuamente. Yo sólo quiero escribir buenos libros, tener muchos lectores y vivir y dejar vivir. Soy un hippie de la literatura.
CHC: ¿Cree que desde los organismos pertinentes se fomenta debidamente el amor a la lectura, a la escritura, a la cultura?
ÁV: No, pero no se fomenta adecuadamente el amor a miles de cosas. Si uno habla con un fanático del yoga, se quejará de que en la escuela no se fomenta suficientemente el yoga. Si uno habla con un fanático del ajedrez, se quejará de que en la escuela no se fomenta suficientemente el ajedrez. Etc. Dicho esto, leer es fácil y quien quiera leer, puede hacerlo sin que tal o cual institución pública se lo tenga que recomendar.
CHC: ¿Qué opinión le merecen las Ferias del Libro?
ÁV: Buena. Como las ferias de cualquier otro sector industrial. El libro es una industria y las ferias sirven para lo que sirven.
CHC: ¿Qué haría, si estuviera en su mano y si es posible hacerlo, para mejorarlas, para atraer más público?
ÁV: Yo entendería de una santa vez que estamos en el siglo XXI y me adaptaría al signo de los tiempos. Pondría tíos y tías buenísimos y muy escasos de ropa a promocionar la lectura. Y quitaría de la vista a esos señores mayores con bigote que fuman todo el rato y afean el paisaje. Los libros molan mucho. ¡Pues no hagamos como que no, carajo!
CHC: ¿Hay algún autor/a a quien no “pueda” leer?
ÁV: A Paulo Coelho. Me revienta, aunque lo admiro mucho. Hay que tener un talento descomunal para vender lo que él ha vendido diciendo vacuidades y sinsentidos. Le invitaría a comer un domingo a mi casa sin dudar. Pero no me leería su próximo libro.
CHC: ¿Y quién es el autor/a al que le encanta leer?
ÁV: Me encanta Agatha Christie. Me estoy leyendo por segunda vez todas sus novelas. Agatha Christie es un máster de literatura en sí misma. Sabe hacer miles de trampas, sabe miles de trucos y los utiliza. Si los captas y los interiorizas, has aprendido mucho.
CHC: ¿Qué lecturas son las que prefiere para sus ratos de ocio?
ÁV: Leo novelas, sobre todo. Suelo estar atento a lo que se publica y me gusta dejarme llevar por las recomendaciones. Cada vez leo más lo que publican las llamadas editoriales independientes. En España, hoy en día, la gran literatura, la literatura que realmente merece la pena, no la publican, salvo honrosas excepciones, las grandes editoriales. Sinceramente, no sé en qué diablos están pensando…
CHC: ¿Cree que en algunas -o en muchas- ocasiones el éxito de un autor se debe a tener un nombre reconocido en otros medios o a una estudiada campaña de marketing?
ÁV: Es más que obvio que sí. Pero la culpa no es de los editores ni de esos autores. La “culpa” es de los lectores que los leen. Lo digo sin animadversión. Es genial vivir en una economía de mercado porque algunas fotos nunca salen desenfocadas: la gente compra y lee, libre y voluntariamente, auténticas birrias de libros.
CHC: ¿Cree que puede haber autoras/es que por no ser conocidos en otros ámbitos o no disfrutar de una adecuada promoción puedan pasar inadvertidos a pesar de tener trabajos dignos de obtener más éxito?
ÁV: Sí, yo, por ejemplo. Si mañana me hiciera novio de Isabel Pantoja, multiplicaría mis ventas por mil. O por diez mil.
CHC: El nombre, o la labor de un/a representante, ¿qué porcentaje tiene en el éxito de una novela y de un autor?
ÁV: Un representante es un conseguidor, un facilitador. En la medida en la que es capaz de facilitar cosas, es importante para el autor. Pero no hay fórmulas mágicas en esto. Yo estuve con una de las representantes más importantes de España y nunca me fue tan mal. Pero no porque la representante trabajara con desgana, sino porque no se dio la conjunción de astros que a veces es necesaria para que un original cuaje. En fin, son cosas que pasan…
CHC: ¿Qué opina de los autores/as que firman libros escritos por los denominados “negros”?
ÁV: Nada bueno, supongo… En serio, no me preocupo demasiado por estas cosas. Me dan igual. Ojalá el mundo fuera de otra forma, pero no me voy a amargar la vida por ello.
CHC: ¿Qué opina de los Best Sellers?
ÁV: Me parecen estupendos y ojalá todos mis libros estuvieran en esa categoría. Si alguien dice que quiere vender poco y mal, miente como un cosaco. Ojalá que mi nueva novela, “Hambre a borbotones”, se convierta pronto en un best seller. ¡Cruce los dedos!
CHC: Hace pocas semanas, nuestro común amigo Pedro Ugarte destapó el caso de un autor que hace unos años ganó el Premio Max Aub de Relatos plagiando una obra de Manuel Mújica Laínez. ¿Qué opinión le merece éste y otros casos similares?
ÁV: No los entiendo. Ser escritor no es un ningún chollo. Yo soy un autor de los de venta media pero sospecho que, ni aun vendiendo el doble, mi vida sería un frenesí. No hay cientos de mujeres queriendo acostarse con uno, no hay dinero a espuertas, limusinas y champán. Sabido esto, ¿por qué alguien querría hacerse pasar, sin serlo, por escritor?
CHC: Jugando a ser “malos” se dice también que hay autores y autoras que guardan en el cajón de su escritorio el contrato de algunos de los principales premios literarios del Estado, o sea, que en el momento que lo firmen y acepten las condiciones, tienen el premio asegurado. ¿Qué opina?
ÁV: Que ojalá tuviera yo uno de esos contratos en el cajón de mi escritorio. En serio, esto es una industria y los premios literarios son parte de ella. Quien no lo entienda, es un tonto o un ingenuo. Y yo no soy ni lo uno ni lo otro.
CHC: Si a usted le llegara (en caso de que no le haya llegado) una propuesta así, ¿cómo se lo tomaría?
ÁV: La aceptaría. Escribo buenos libros. Mucho mejores que los de cualquiera. En una mesa de novedades, en igualdad de condiciones, a mí no me tosen muchos. ¿Por qué, entonces, no habrían de recibir buenos premios?
CHC: ¿Qué opina de los talleres de escritura?
ÁV: Si tu plan es aprender a estructurar de forma razonable un escrito, son un buen lugar. Si, sin embargo, quieres aprender a hacer literatura, olvídalos porque la creación literaria no se aprende. Es un talento: lo tienes o no lo tienes, pero no lo adquieres. Imagínelo como si fuera una escuela de futbolistas: uno puede aprender a regatear con más o menos soltura, pero nadie puede enseñarte a ser Leo Messi.
CHC: ¿Se puede llegar a ser buen escritor si no se lleva dentro esa especie de… “don”?
ÁV: No.
CHC: En su página web, usted afirma que, a la hora de escribir, presta más atención a la novela histórica y a la de aventuras que a otros géneros. ¿Por qué?
ÁV: Porque me gusta la historia, estudié historia y siempre me ha interesado la historia. Y, después, dio la casualidad de que mis novelas de historia tenían buen acogida. Así que tiré por ese camino.
CHC: ¿Cuánto de riguroso es usted con la Historia?
ÁV: Bastante más que la mayoría. Vivo obsesionado con los anacronismos y cosas similares…
CHC: ¿Es autor de emplear mucha documentación o más bien de la justa y tirar luego de intuición?
ÁV: En la novela histórica tienes que utilizar mucha documentación de forma obligatoria. Mi novela “Mediohombre” describe la defensa de Cartagena de Indias en el siglo XVIII. Si no eres riguroso, apaga y vámonos. Pero me gusta también, como en mi última novela, “Hambre a borbotones”, crear libremente, sin ataduras de ningún tipo. Ahí me lo invento todo sobre la marcha y a correr.
CHC: ¿Hasta qué punto un autor, por mucho que lea e investigue, puede penetrar en la mentalidad de alguien que vivió hace doscientos, quinientos, dos mil años?
ÁV: Hasta ningún punto. Las mentalidades cambian rapidísimamente. Los chistes con los que nos tronchábamos en los especiales de televisión de las Nocheviejas de hace veinte años hoy nos parecen inadmisibles. Pero hace veinte años nos moríamos de la risa. Los blancos europeos que fueron a América hace doscientos o quinientos años se sentían superiores a los nativos, pero porque no existía ningún otro modo lógico de pensar. No cabía en sus cabezas, simplemente. Por eso, me parece un error cargar con una culpa que no es nuestra.
CHC: ¿Considera que es lícito escribir sobre un personaje histórico, darle voz, carácter, acción, sin conocerle a fondo? ¿No es deformar la realidad de ese personaje?
ÁV: En literatura es lícito todo. Si el libro funciona, como si me cuentas que Cristóbal Colón es un extraterrestre venido de Alfa Centauri. Pero tiene que funcionar literariamente. Es improbable, pero no imposible. Depende, de nuevo, del talento que tenga el autor.
CHC: ¿Cómo ve el género histórico en general?
ÁV: Hay buenos autores y malos autores. Como en el resto de géneros. Como en la vida misma.
CHC: ¿Quién es para usted el/la máximo exponente de la novela histórica?
ÁV: Así a bote pronto, no sé… Se me ocurre Patrick O’Brian. Es el prototipo de escritor de novela histórica que lo sabe todo sobre una época, hasta el detalle más nimio de una goleta del siglo XVIII. Admiro mucho eso.
CHC: ¿Cree posible aunar en una novela historia y aventura sin desvirtuar la primera ni empobrecer la segunda?
ÁV: Si no lo creyera a pies juntillas, no habría publicado una sola de mis novelas históricas.
CHC: ¿Es seguidor de películas históricas?
ÁV: Sí, pero como de cualquier otro género. Veo películas de todo tipo.
CHC: ¿Cuál es su favorita?
ÁV: “Master and Commander” es cine de otro mundo. Me encanta esa peli. Y en otro registro, me encanta también “300”. Adoro esa forma de abordar la historia: completamente desprejuiciada, con querencia indisimulada hacia lo épico, aunando el cine con la literatura y el cómic… Es que, en realidad, yo no distingo entre formatos. Para mí, todo es lo mismo: gente contando historias.
CHC: Como espectador, ¿se queda con el cine de la “vieja escuela”, es decir, Ben-Hur, Lawrence de Arabia, Espartaco… o con el actual, Braveheart, Gladiator, Master and Commander, Troya…?
ÁV: Con las dos. Me gustan mucho las películas clásicas, la verdad. Ese modo de hacer cine ya no volverá jamás. Como en “Zulú”, por ejemplo…
CHC: ¿Y qué me dice de las series? ¿Hispania, Isabel…?
ÁV: La verdad es que no las seguía, así que no sabría qué decir.
CHC: ¿Padece Álber Vázquez de deformación profesional?
ÁV: Yo no distingo entre vida personal y profesional.
CHC: Su novela Resiste Tucson se centra en el Oeste de los Estados Unidos y nos presenta una visión del territorio, de sus habitantes y de los recién llegados poco habitual: anterior a los manidos vaqueros, forajidos, pistoleros… ¿Por qué esta visión? ¿Pretendía reivindicar algo?
ÁV: ¿Por qué esa visión? Porque es cierta. Porque un siglo antes del Salvaje Oeste, los españoles ya colonizaron ese territorio e hicieron exactamente lo mismo que un siglo después harían los angloamericanos. Mismos éxitos, mismas estrategias, mismos errores. Todo calcadito. Dios santo, esa es una de las partes más bonitas de la historia española y todo el mundo la desconoce. Arizona era España, oiga usted. Y los españoles vivían allí luchando día sí y día también contra los apaches. ¿Cómo no vas a contar algo así? Para mí habría sido superior a mis fuerzas.
CHC: Por Facebook, usted y yo hemos tenido en algunas ocasiones ciertas discrepancias en cuanto a episodios y/o personajes, como por ejemplo, recuerdo ahora, Gerónimo, el guerrero apache. ¿Qué parámetros valora a la hora de, digamos, diseccionar un personaje o un pueblo de cara a emitir un juicio de valor?
ÁV: Me leo toda la documentación posible al respecto, alcanzo un punto de conocimiento suficientemente razonable y trato de empatizar con los personajes y las épocas. Y ya está, no hago más. Yo escribo novelas, así que no emito juicios de valor. Pero puedo hacerlo tranquilamente en otro contexto, si se me interpela al respecto. Por ejemplo, el mencionado Gerónimo no es más que un exponente prototípico de la nación apache. Un pueblo en permanente guerra contra todo lo que se moviera (estuvieron ochocientos años en guerra, lo cual dice mucho de ellos) pero con nulos conocimientos geoestratégicos. Los propios apaches son un pueblo con muchos puntos negros: su economía era semiparasitaria y la alta tasa de mortalidad que sufrían debido a sus incesantes combates con infinitos enemigos (y entre ellos, muy habitualmente) hacía que el secuestro de mujeres y su violación fuera un componente habitual en sus vidas. Decirlo en voz alta no es menospreciar a nadie. Es ser riguroso desde el punto de vista historiográfico. Quien no quiera verlo así, pues qué le vamos a hacer…
CHC: Proceso de trabajo. ¿Qué es primero: una idea repentina que da pie a un escrito o la búsqueda de una idea para ponerse ante el teclado?
ÁV: Mi gran cruz es el exceso de ideas. Algunas las llevo adelante y otras no. Según lo que me va pidiendo el cuerpo y, sobre todo, las circunstancias.
CHC: ¿Cree en la inspiración?
ÁV: No. No existe.
CHC: ¿Es un autor de tiempos regulares o no lleva un patrón de días y horas?
ÁV: De tiempos regulares. No se puede escribir novelas sin ser muy disciplinado consigo mismo. Al menos, no se puede escribir en serio.
CHC: ¿Relee mucho sus escritos?
ÁV: No, los suelo recordar mientras estoy en pleno proceso de escritura.
CHC: ¿Corrige mucho sus escritos?
ÁV: Cuanto menos, mejor. He comprobado que las correcciones ni mejoran ni empeoran mis libros, así que no me vuelvo demasiado loco con eso.
CHC: ¿Qué es lo que menos le gusta de su manera de escribir?
ÁV: A veces soy reiterativo, lo cual significa que minusvaloras al lector. Eso no me gusta.
CHC: ¿Y lo que más le agrada?
ÁV: La velocidad. Es como ser surfero y coger una buena ola: cuando pillas el tono y la carrerilla, es genial escribir.
CHC: ¿Cree que posee un estilo peculiar?
ÁV: Sí, para bien y para mal.
CHC: ¿Se considera un escritor original?
ÁV: Sí, para bien y para mal.
CHC: Cuando escribe, ¿lo hace pensando en un tipo determinado de público?
ÁV: No, porque eso no funciona. Tú escribes y luego Dios dirá.
CHC: Nadie se libra de una crítica negativa. ¿Cómo lleva Álber Vázquez esta circunstancia?
ÁV: Bien. La acepto. Hay un montón de críticas negativas sobre mis libros en Internet. Cada uno es libre de opinar lo que quiera. Soy infinitamente respetuoso con la gente que se ha gastado el dinero en un libro mío y que, después, se lo ha leído. Tiene derecho a decir lo que le plazca, faltaba más.
CHC: A la hora de la redacción, ¿habla con sus personajes?
ÁV: No. Son personajes, me los he inventado yo, están dentro de mi cabeza. Hablar con ellos sería de locos, ¿no?
CHC: Imagino que en el momento de ponerse a la escritura de una obra tiene prefijados los personajes y el argumento, pero, ¿aparecen tramas nuevas, e incluso nuevos personajes, a medida que la cosa avanza?
ÁV: Sí, claro. Uno no se inventa una novela de 400 páginas de la nada. Tienes una idea inicial, las esbozas un poco, trazas una ruta y listo.
CHC: Suele decirse -a mí me sucede, sin ir más lejos-, que para ponerse con garantías a la escritura de una novela hay que tener muy claro al menos una cosa: el final. ¿Está de acuerdo?
ÁV: No. Mire, aquí no hay recetas milagrosas, no hay un modo único de funcionar. Lo que a uno le va bien, a otro le va mal. Cada cual escribe como le da la gana, y no hay un modo mejor o peor de escribir. Desconfío mucho de los que, en torno a la escritura, afirman cosas de forma tajante. Son unos impostores. O simplemente inexpertos. Lo que mejor le parezca.
CHC: ¿A cuántas personas deja leer sus borradores?
ÁV: No hago borradores.
CHC: Más de un autor y de una autora afirman que sus más allegados no leen sus escritos jamás, es decir, ni en borrador ni en publicación. ¿Qué opina de ello?
ÁV: Allá cada cual con sus cosas. Personalmente, mis allegados leen mis libros cuando se publican, no antes. Mire, yo escribo mucho y llevo haciéndolo desde hace más de 25 años. Mis allegados tienen sus vidas y ni ellos necesitan que se las amargue con mis inacabables manuscritos, ni yo soy un escritor inseguro e incapaz de detectar por mí mismo qué funciona y qué no. Al cabo del tiempo, por muy pardillo que fueras al principio, adquieres cierto instinto para trabajar solo.
CHC: Su última y reciente novela, Hambre a borbotones, está recibiendo unas críticas estupendas. ¿Qué supone esta novela en su carrera literaria?
ÁV: Una vuelta de tuerca. Un paso adelante. Adentrarme en un tipo de literatura que me encantaba pero que nunca había abordado en serio.
CHC: ¿Qué ha querido expresar con esta novela?
ÁV: Que el mal y la violencia indiscriminada y cruel son divertidos en el terreno de la ficción. Quería crear una trama y unos personajes completamente salvajes y desquiciados con los cuales, al tiempo, el lector simpatizara. Y creo que lo he logrado.
CHC: ¿Qué siente Álber Vázquez cuando su último trabajo es ya una realidad que puede palparse, olerse, leerse, verse en los escaparates de las librerías?
ÁV: No soy nada fetichista ni para mis propias cosas. Me parece bien ver mis libros en los escaparates de las librerías, pero sólo como paso previo a que alguien los compre. Yo, como todo autor, quiero ser comprado y leído. Lo demás, la farandulilla y el postureo me traen bastante sin cuidado.
CHC: Para concluir, un deseo, un sueño como escritor.
ÁV: Ganar miles de millones de euros y poder escribir sin tener que hacer promoción. Y sin contestar entrevistas tan largas. ¿Sabe usted la hora que es, joven?
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