La meta

Sumergida en el agua desde no recuerda cuándo, la mujer no aparta la vista de la costa que adivina en el horizonte. El flotador que se llevó las últimas monedas se desinfla poco a poco.
Imagina andar por la fina arena del país vecino, ese donde no pasará hambre, donde no hay guerras, donde la mujer no es una mercancía que se vende al mejor postor, donde puede dar su opinión libremente.
Deja de bracear por un momento, no siente los brazos debido a lo helada que está el agua. Se mira las manos arrugadas, las pone sobre la frente a modo de visera y otea la fina línea dorada que se dibuja cada vez más próxima. Le parece distinguir una silueta que la mira.
Llena de esperanza agita los brazos, pide ayuda con toda la fuerza que le queda, y nada desesperadamente hacía la meta.
Los niños corren por la arena hasta la sombrilla de palma, se detienen al ver varado entre unas rocas de la orilla un flotador desinflado, miran alrededor y no ven señales del dueño. Se encogen de hombros y siguen corriendo hasta la meta, una línea marcada en la arena.

Blanqui Ramos García